La lucha contra la energía vital


Las personas mayores van a incitar al niño a encauzar e incluso a sofocar esa energía de animalito curioso y sensible. Para proteger a sus padres de sus pulsiones, es preciso que el niño guarde silencio y controle también sus propias pulsiones. De hecho, la lucha entre el deseo de satisfacer sus pulsiones y el deseo de mostrarse receptivo a los mensajes de sus padres es una dura lucha. Sólo hacia los 3 años este segundo deseo comienza a imponerse sobre el primero, porque en ello encuentra el niño una gratificación suficiente: acceder al mundo de los adultos.

Y descubre un primer placer aprendido: el de existir en conformidad con las expectativas de sus padres.

Y además sin peligro, porque no corre el riesgo de ser abandonado.

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