Economizar las caricias

El niño aprende enseguida las reglas que funcionan socialmente en el terreno de las caricias:

— No se deben dar (demasiadas) caricias. No hay que dárselas a todo el mundo, sino que hay que reservarlas para aquellos a quienes se quiere especialmente.

— No se deben aceptar las caricias. Tal vez no se hayan merecido.

— No se deben rechazar las caricias que no nos gustan. Hay que hacer como si a uno le gustara que le bese la abuela con su llamativo bigote.

— No se deben pedir las caricias que a uno le apetecen. La norma consiste en que es mucho mejor cuando se dan espontáneamente. De cualquier modo, ¡es preferible privarse!

— Por último, no debe uno acariciarse a sí mismo. La autosatisfacción, erótica o no, está prohibida: "no te masturbes y guarda la modestia".

Los niños no tardan en aprender estas reglas. Y cuando ya son adultos, suelen respetarlas. De manera que, ya desde los cuatro años, el niño ha sacado la conclusión de que no debe hacer caso de su interior y de que debe desplazar su energía sexual y su sensualidad. La intimidad, fuente de felicidad y de dicha, debe ser sustituida principalmente por el trabajo, que lo sublima todo.

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