La adaptación sumisa o rebelde

Es por todo ello por lo que las cosas no siempre marchan como es debido. Y sobre todo no marchan cuando la coacción exterior o la propia auto-coacción ponen obstáculos.

Así sucede en aquellos casos en los que la adaptación constituye un modo insatisfactorio de resolver un conflicto paradójico. Podríamos describir el mecanismo en cuatro tiempos:

— El niño, gobernado por sus fuerzas motrices adquiridas, anticipa su propio bienestar, a condición de ser perfecto o fuerte, de causar contento o esforzarse, de apresurarse. El se fija el objetivo de autoconstreñirse personalmente, más que de ejecutar acertadamente una tarea concreta.

— Pero como el niño se desvaloriza, porque tal vez exista conflicto entre su auténtico deseo profundo y lo que cree que se espera de él, entonces (demasiado obediente, por su desmedido deseo de responder totalmente a lo que de él se espera) comienza a sentirse visceralmente imperfecto. Se instalan en él la duda y el miedo, y la obligación que a sí mismo se ha impuesto no le ayuda a actuar, sino que le hunde aún más.

— Entonces el niño buscará un compromiso, que por lo general seguirá el modelo de sus padres, que también poseen un idéntico sistema de auto-constricciones.

Estos compromisos pueden ser muy diversos, pero están abocados al fracaso:

• El niño, por ejemplo, se somete a un esfuerzo excesivo, lo intenta a toda costa. Hace más de lo que se le pide. Se superadapta.

• O "abandona", dejando totalmente de exigirse. No hace nada, y se sume en una absoluta pasividad: "No sé..., no puedo...".

• Tal vez se dé a sí mismo razones para no actuar: "Estoy muy cansado..., es demasiado difícil...", etc. El niño se hace entonces efectivamente incapaz.

• O comienza a actuar en otra dirección distinta. Se mueve sin orientación alguna y la tarea programada no avanza lo más mínimo.

• Puede ser, por último, que eche la culpa, más o menos violentamente, a quienes considera responsables de la obligación en que se encuentra de autoconstreñirse.

— Finalmente, no consigue adaptarse y se considera desgraciado. De hecho, el fracaso no se debe a su incapacidad real, sino a la creencia de que, para sentirse bien, hay que cumplir con tal o cual condición.

0 comentarios:

Publicar un comentario